miércoles, 24 de agosto de 2011

LA CARTA


Domingo. Volvemos plácidamente luego de un almuerzo espectacular en la casa de mi hermana. Suena mi celular. Mi hermana me dice:

- me olvidé de decirte… je… necesito que le escribas una cartita a tu sobrino para la comunión.
- ¿Una cartita? ¿Sobre qué?
- Lo que quieras… pero para el martes.

¡Ja! ¡Qué fácil! ¡Una cartita! No, no mis estimados, nada más difícil.

Fui a colegio católico, en teoría tengo todo el discurso de “Dios es amor” incorporado en algún rincón de mi cerebro. El problemita es que de católica solo me quedaron los papeles…

Me siento delante de la computadora. Escribo y borro varias veces. Busco en internet de donde robar “speach”. Busco también de que se trata el sacramento (convengamos que no me acuerdo mucho).

Básicamente, si el pibe está tomando la comunión, ALGO relativo a eso tengo que poner. El tema es que todo me suena taaaaan hipócrita que no puedo escribirlo… Imaginen frases del tipo “la alegría del momento de recibir el cuerpo de Cristo por primera vez”, “el orgullo de saber que seguís los preceptos de la Iglesia”, “el cambio que significa esta nueva etapa”. Puaj… ¡¿De qué estamos hablando por favorrrrr?!

¿Hace falta escribirleeeeeeee? Terrible… terrible tarea me encomendaron. ¡El chico tiene 8 años! Siento que estoy escribiendo más para las maestras que para él, que va a hacer un rollito con la carta y la va a mandar al basurero.

¿Por qué será que me tomo todo tan a pecho? Imagino lo ideal que sería que la maestra abriera la cartita y viera un “que te sea leve pibe, no creas nada de lo que te dicen”.

Y por supuesto, el evento es un sábado a las 10 de la mañana… ¡en PILAR! ¡Gracias sister!

sábado, 20 de agosto de 2011

LO INEVITABLE


Se rompió… no fue a propósito, lo juro… fue un accidente. No es creíble, lo reconozco, pero yo no tuve nada que ver…

Sí, sí… ya sé, me tengo que ordenar para contar las cosas, ¡ya va! ¡No me apure! ¡Que estoy nerviosa!

Todo comenzó cuando el Sr. G. y yo decidimos compartir techo. Se tiraron o se regalaron algunas cosas, se vendieron otras, nos apretamos un poquito, dividimos el placard (ouch) y acá estamos, felizmente “rejuntados”.

Sí, sí... ya sé... yo no aprendo... tropiezo dos veces con la misma piedra y bla bla bla... Ok, lo dejamos para otro artículo, le parece?

Por supuesto, hubo algunas concesiones. Yo acepté algunas cosas de él que no me gustaban, y él aceptó algunas mías. Sabemos, mis estimados, que más allá del amor, lo importante es la capacidad de negociación en una pareja. Si uno quiere vivir en paz, cede para que el otro ceda. Y no me venga con que lo hace por el otro. ¡Minga! ¡Lo hace para eventualmente refregárselo en la cara cuando necesite que el otro ceda! ¡Ts! ¡Vamos!

Pero me fui un poco de tema. Retomando: La concesión que nos ocupa en el día de la fecha es una fuente feng shui, de la cual el señor no quería desprenderse bajo ningún concepto. La fuentecita ésta se enchufa y cae agüita… de un cántaro a otro… entre piedritas… ¡un amor de artefacto! Dicen que hay que tener una, que trae buena energía, o serenidad, o no me acuerdo en realidad, pero para algo sirve.

La verdad es que a mí la onda feng shui, zen, reiki y similares no puede importarme menos. Era obvio que la fuentecita esa no me gustaba. El chiste eterno era que iba a sufrir un accidente, que se iba a romper, que simplemente “iba a pasar”. Bueno… ¿Van vislumbrando por donde viene el tema?

El martes vino a casa la señora que limpia, corrió un mueble y ¡ZAS! No quedo nada… pedazos de cerámica y piedritas por toda la habitación… ¡Demonios!

Corrí a internet, a mercado libre, a páginas amarillas… lo importante era conseguir una igual en cuestión de horas… Estemmm… bueno… no la conseguí. Igual, igual… no hay. Agarré “la gotita”, “fastix” y ambos a la vez. Los resultados fueron nefastos.

Lo más grave del tema es que no hubo exabruptos, ni grandes enojos, a pesar de que yo sé que la quería mucho. No solo supo lo que había pasado antes de que yo se lo dijera, sino que me soltó un: "no te preocupes, estoy en período de Nirvana, esas cosas pasan". No tengo la menor idea de que me quiso decir, pero no por la tranquilidad de su comentario me quedo más tranquila.

En síntesis, queridos lectores, no sé si el sr. G. me creyó, no sé cuánto lamentó en realidad la pérdida, pero lo importante es que tiene crédito… y nunca es bueno que el otro lo tenga… nunca se sabe cómo se lo va a querer cobrar. Temo por mi estatuita de Nefertiti, tan linda, pintada a mano… Temo por los bigotes de mi gato, eternamente amenazado… mmmm …

Me voy a investigar un poquito el tema del Nirvana y el Samsara. Me está poniendo nerviosa tanta tranquilidad. Hubiera preferido unos buenos gritos.

miércoles, 10 de agosto de 2011

EVITAME EL BESUQUEO


Cierto comentario en mi entrada anterior me hizo recordar otro temita candente en la interacción social: el saludo.

Cuando uno entra a una reunión, se espera por convención un saludo personalizado (beso en la mejilla) a cada uno de los llegados con anterioridad. El mismo comportamiento se espera cuando uno se va. Si estamos hablando de un grupo reducido (digamos, menos de diez personas), puedo llegar a hacer el esfuerzo. Ahora, ¿reunión multitudinaria?

A mi entender, señores, se trata de un exceso de besuqueo. ¿Cuál es la necesidad? Es una costumbre que francamente me inflama los ovarios. Dependiendo de la reunión es probable que no conozca a todo el mundo, con lo cual, además, voy a tener que repetir mi nombre ante cada cara nueva, recibiendo en contrapartida una seguidilla de nombres que definitivamente NO voy a recordar.

Entonces, quisiera aquí enarbolar una vez más la bandera antisocial, para defender mi costumbre de llegar y saludar con un “hola” general (mano en alto, movimientos de saludo de reina de la comparsa) y así utilizar el mismo mecanismo para mi partida.

Y aquí, estimados lectores, debo advertirles acerca de un problemita adicional: el/ la acompañante.

Si uno llega con otra persona, deberá aleccionarla convenientemente, previo a la llegada. Queda realmente mal que se ponga a saludar uno por uno, y uno no lo haga. Deberemos convencerlo/a de seguir nuestra misma línea de conducta, o definitivamente llegar separados.

Digo y repito siempre lo mismo: los que ya me conocen lamentablemente ya me aman como soy (ponele… sí… me excedí un poco con el verbo no?). Y los que no me conocen, bueno… no estoy buscando amigos nuevos, ya tengo suficientes y de los buenos, así que me parece fantástico que de movida ya te haya caído como el traste.

viernes, 5 de agosto de 2011

CHOFER DESIGNADO

Hoy quisiera reflexionar junto con ustedes, queridos lectores, acerca de un problema recurrente a nuestro alrededor. Necesito que me ayuden establecer un límite entre la “buena onda” y la “hijadeputez” ante ciertas conductas que hacen al ser social.

¡No sea impaciente! Ya redondeo el concepto…

Sabemos que los grupos de amigos se dividen entre los que tienen auto y los que no. Normalmente los que tienen auto suelen “acercar” a los que no lo tienen, luego de alguna reunión. Hasta ahí estamos de acuerdo, no vamos a ser tan garcas como para no desviarnos un poquito para evitarle un taxi a un amigo.

Ahora, estimados… ¿cuál es el límite?

Hace un tiempito fuimos con el sr. G a una cena en Hurlingham. Terminado el evento, este señor por supuesto se ofreció a llevar a algunos a sus casas. Nosotros íbamos para Capital.

Para empezar, tuvimos que meter en el auto a 4 personas y un bebé (más nosotros dos). Ya eso era un exceso. Tres de los chicos viven en Caseros, ok, los llevamos. ¿Y la cuarta? Bueno, la cuarta persona vive en Munro. No solo no nos quedaba de paso, sino que realmente nos hacía ir hasta plumas verdes para volver sobre nuestros pasos.

Digo yo, más allá del hecho de que lo único que quería yo a las 4 de la mañana era meterme en la cama, ¿por qué el que tiene auto tiene que sacrificarse por el resto? ¿No hay un límite? Yo pienso que en ese caso, si yo estuviera sin auto, declinaría amablemente el ofrecimiento y me tomaría un taxi. ¡Se me caería la cara! ¡Esta chica nunca dudó!

¿Cuál es el comportamiento correcto digo yo? El mensaje con sabor amargo que me queda es “tenés auto, jodete y llévame”. ¿Y cómo es que si no me ofrezco a llevarte a Pilar, para después volver a Capital o me niego a hacerlo quedo como una reverenda porquería?

Y by the way, mejor ni hablemos de viajes largos compartidos… como mínimo espero que se ofrezcan a pagar peajes o nafta. No importa si yo no acepto, pero ofrécete!!!!

Los dejo entonces con este temita comprometido de la semana. Reflexionen…

miércoles, 3 de agosto de 2011

NUEVO ANIVERSARIO


Tanto stress, tanto trabajo asociado con este temita de hacerme la joven empresaria exitosa que me olvidé....

¿Usted quiere saber que pasó? Ocurre que al mejor estilo masculino, he cometido el sacrilegio de olvidar mi propio aniversario en la blogósfera. HORROR! VERGÜENZA!

Si señores, hace ya dos años que intento darle algo de continuidad a este espacio.

Es evidente que las ganas y la inspiración que me acompañaron en un principio ya casi no pueden vislumbrarse. Confieso que los artículos que considero medianamente buenos, divertidos e irónicos fueron escritos los primeros meses, allá lejos, cuando nadie me leía. Estoy considerando seriamente repetirlos, ahora que cuento con un mínimo pero estable grupo de comentaristas. Uno se debe a su público y definitivamente juega para la tribuna.

Por otro lado, debo reconocer que la búsqueda de comentarios cuando comencé a escribir hizo que cometiera el error de contarles a amigos y parientes acerca de este espacio, quitándome ahora oportunidad de escribir sobre ellos, a riesgo de despertar odios y/o crisis irreversibles. Y puedo asegurarles que tengo relatos muy jugosos… He intentado darles una forma ambigua como para que nadie se haga cargo, pero es difícil y peligroso.

En síntesis: Solo me queda dejarles una frase célebre de Al Pacino en “El abogado del diablo”, con la que hoy me siento identificada:

VANITY, MY FAVOURITE SIN

Y me voy a festejar mis dos añitos por aquí. Sabemos que cualquier oportunidad es buena para brindar. Salú!